Título: El Conde Niño III + Sufrir callando |
Magnífica versión la de este Conde Niño que en su día nos cantó la señora Crescencia de Bergasillas Somera. El romance está lleno de detalles que nos muestran la riqueza filológica que en ocasiones se va acumulando alrededor de un texto de transmisión oral:
El comienzo es una contaminación del viejo romance hispano del Infante Arnaldos: “Quién tuviera esa fortuna como de amores gozar”.
El protagonista de este romance, al menos en su comienzo, no es el tal infante ni tan siquiera el conde de otras versiones sino un santo, San Lorenzo, que por esos extraños caprichos de la deriva romancística solo aparece como tal en esta versión riojana y en contadas versiones recogidas en El Bajo Aragón.
Esta versión de El Conde Niño se abre por la mitad para dejar un hueco a otro viejo romance patrimonial hispano, Sufrir callando, que se acopla perfectamente a las secuencias de la intriga: una vez que la infanta ha perdido a su amor se pregunta en soledad a quién se lo ha de contar: –¡Ay de mí, triste de mí, a quién le contaré mi mal!
Todo el romance nos transmite una gran tensión dramática. La rusticidad del lenguaje que en ocasiones utiliza la informante es un complemento que no resta un ápice de arte poético del tema, es más, en ocasiones esos rasgos dialectales se acoplan perfectamente al ritmo del romance: El hemistiquio que dice “Charon guardias al palacio” tiene ocho sílabas, si en su lugar hubiera dicho “Echaron guardias al palacio”, las nueve sílabas hubieran quebrado el ritmo del romance. Lo mismo ocurre con las ocho sílabas de “De corera me ha’i matar” frente a las nueve de “De cólera me ha de matar”.
Esta es, en definitiva, una buena muestra del valor del romancero tradicional, el de bellos y viejos poemas que han pervivido durante siglos transmitidos oralmente, en variantes a cuál más valiosa y perfectamente adaptados en lugares que aún rústicos y aislados evidencian la universalidad de la sensibilidad poética.
Quién tuviera esa fortuna como de amores gozar
como tuvo San Lorenzo la mañanita San Juan.
Mientras que el caballo bebe cantaba un rico cantar
los aves que iban volando se paraban a escuchar
también la reina escuchaba dentro de su palacio real.
–Levántate, infantilla, si te quieres levantar
a oír la serenita la serenita del mar.
–Madre, no es la serenita que no la sabe cantar
que es el conde Marcelino que a mí me viene a buscar.
–Hija, si eso supiera lo mandaría matar–.
Charon guardias al castillo centinelas a la ciudad
los guardias, como traidores, los han dejadito entrar
le han dado ocho puñaladas con un furioso puñal.
–¡Ay de mí, triste de mí, a quién le contaré mi mal!
Si se lo digo a mi hermano es chico de poca edad
si se lo digo a mi tío secreto me ha de guardar
si se lo digo a mi padre de corera me’ha’i matar–.
Estando en estas palabras pasó por allá su tío.
–Escuche usted estas palabras y escuche usted, tío mío
los amores me se han muerto tierra me les van a dar–.
Oyen de tocar a muerto y empieza a suspirar
a la una ya dijieron la fantilla mala está
a las dos la confesaron y a las siete al expirar.
A ella, como hija de reina, la tierran en pie de altar
y a él, como hijo de conde, un poquito más atrás.
De allá salió una arboleda que hoja con hoja se dan
le reina, como envidiosa, la ha mandadito cortar
y la planta en su huerta por ver si quiere probar.
De ella salió leche clara y de él salió sangre real
de la leche una paloma de la sangre un gavilán.
La paloma hizo una ermita y el gavilán un altar
todos los ciegos y mancos allá se van a curar
la reina, por su fortuna, de un ojo cieguita está.
–¡Ah, ermita, si me curaras, te mandaría adorar
pero si no me curares te mandaré derribar!
–Váyase con Dios, la reina, no nos venga a provocar
que de un ojito está ciega de los dos se va a quedar
los dos amantes del alma no nos ha dejao gozar
nos ha mandado a hacer nido a las orillas del mar–.
Publicado en Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2009.
Bibliografía:
- Diego Catalán Menéndez Pidal, Por campos del romancero, Gredos, 1970.