Título: La muerte del príncipe don Juan |
Tristes nuevas, tristes nuevas que se ocurren por España
el hijo de don Felipe malito estaba en la cama.
Lo visitan seis doctores de los mejores de España
sólo falta que venir el príncipe de Navarra
míralo por dónde viene míralo dónde asomaba.
–Si tú duras cuatro horas la vida ya se te acaba.
–No siento yo la mi muerte que la muerte a todos llama
sólo siento a mi esposita que es niña y queda preñada.
–No sientas la tu esposita y hazle una buena manda–.
Mientras estaban en esto la esposita que llegaba.
–¿Dónde vienes tú, mi bien, dónde vienes tú, mi alma?
–Vengo de San Simeón de rogar a Dios por tu alma
siquiera que te levantes te levantes de esa cama.
–Pues ya me levantarán mañana por la mañana
en un ataúd de pino entre sábanas de holanda–.
La esposita, al oír esto, allí cayó desmayada
ni con agua ni con vino pudieron resucitarla.
Sacan de su vientre un niño que era un rollito de plata
se lo entregan a su abuelo que la bendición le echara.
–La bendición te hecho, hijo, la de Dios, hijo, va echada
que tu padre ya se ha muerto y tu madre ya expiraba
y las almas de los tres el cielo las esperaba–.
VAR: Concepción dice en el cuarto verso “sólo falta que venir el príncipe de La Para”
Este es uno de los pocos romances históricos que perviven en la tradición oral moderna. La muerte del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos destinado a unir los reinos de Castilla y de Aragón, fue muy llorada en toda España. El lamento –“se me pone la carne de gallina” dice Margarita– todavía se deja sentir en la tradición oral que mantiene latente, aunque sin saberlo, este romance de origen tardomedieval.
Don Ramón Menéndez Pidal y su esposa doña María Goyri hallaron esta joya en boca de una asistenta que les atendió en la pensión de El Burgo de Osma donde se alojaron durante su viaje de luna de miel. Corría el año 1900. La versión que apuntaron contenía un verso curioso que hacía mención al “doctor de La Parra”. Meses después, tras varios estudios documentales, descubrieron que el doctor que asistió al desgraciado príncipe se apellidaba así, De La Parra.
En Neila siempre nos habían cantado el romance con estos versos:
Pero la última vez que estuvimos allí, Margarita tuvo un pequeño lapsus. En su ayuda salió Concepción que cantó “sólo falta que venir el príncipe de La Para” porque “así se lo oía cantar a mi madre”. Es fácil imaginar que la vieja versión neilense conservaba noticias del médico de la corte de los Reyes Católicos y que el devenir del romance en estos últimos siglos ha ido remedando los versos de este modo:
“el médico de La Parra” → “el príncipe de La Parra” → “el príncipe de La Para” → “el príncipe de Navarra”
Puede escucharse en el CD Romancero de la sierra riojana. Música tradicional y cultura oral de La Rioja volumen 1. Ed. Saga, S.A. EKDP-10.002. Madrid. 1999. Corte 1.
También está incluido en el CD nº 1 de la Antología sonora del romancero tradicional panhispánico II, obra de José Manuel Fraile Gil, ed. Cantabria tradicional SL, Torrelavega, 2010.