Título: La boda estorbada |
–¿Por qué llora la condesa? –Porque tengo que llorar.
–Si te han hecho mal mis pajes yo los mandaré matar.
–No me han hecho mal tus pajes ni nadie me ha hecho mal
que lloro porque te llevan de capitán general.
–Quien te lo ha contao, condesa, que te ha contao la verdad
ya tengo el caballo aviado pa mañana caminar
si a los siete años no vuelvo, condesa, te pues casar–.
Ni a los siete ni a los nueve conde bien seguro está.
Se pasaron los siete años sus padres la quien casar.
–No me lo menten mis padres no lo vuelvan a mentar
que yo, como peregrina, sola me lo iré a buscar–.
Se quitó el vestido seda se puso un tosco sayal
y ella, como peregrina, sola se lo fue a buscar.
Cuando llegaba a los altos no cesaba de mirar
cuando llegaba a los bajos no cesaba de llorar
ha llegado a un prado grande la condesa a descansar
donde había un pastorcito con un grande rebañal.
–¿De quién es este rebaño tan grande y de una señal?
–Del señor conde, señora, mañana se va a casar
los corderos han matado los conejos matarán.
–Dime, pastorcito, dime en qué palacio estará.
–En uno de aquellos tres en el que reluce más–.
Siete vueltas dio al palacio sin encontrar donde entrar
y al subir por la escalera don Bardo sentado está.
–Una limosna, don Bardo, que Dios se lo pagará–.
Echó mano a su bolsillo y un ochavito le da.
–¡Va(y)a una limosna, don Bardo, pa la que solías dar!
en casa del rey mi padre realitos de ocho dabás.
–¿De dónde es la peregrina tan cortés en el hablar?
–De Sevilla soy, señor, de Sevilla natural.
–Una hija del rey, mi padre, sabrá si casada está.
–Ni casada ni soltera vez aquí a donde está
vez aquí el anillo de oro que me diste pa casar
vez aquí el vestido seda que os costó una ciudad–.
Al oír estas palabras don Bardo cayó p’atrás.
–¡Apresar la peregrina que don Bardo muerto está!–.
Ni con agua ni con vino don Bardo no vuelve ya
sino con palabras dulces que la condesa le da.
–Así me dejas, don Bardo, así me vas a dejar
preñadita de ocho meses y para los nueve ya.
–Ahí te quedan los sembrados tuya es la heredad
que esta es mi primer mujer con ella me he de casar–.
Este romance de origen medieval y extendido por todo el mundo hispano se conserva en La Rioja en variantes de gran interés filológico y musical, como esta versión que Marino canta con un gusto interpretativo fuera de lo común y que contiene las secuencias más representativas del romance: el diálogo de la condesita con su marido, al que nombran capitán general antes de ir a la guerra; el encuentro de la condesa romera con un pastor que le desvela dónde está su marido, a punto de casarse con otra mujer; las siete vueltas que da al palacio; la limosna que el marido le entrega; el desmayo y la partida de ambos a su tierra. La novia se queda con “los sembrados y la heredad”, una forma metafórica de referirse al niño que lleva en su vientre.
Publicado en el libro de Javier Asensio García Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2009.