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Título: Nana masculina II |
Daniel Fernández ó Fernández de la Cuesta, de Neila, se casó en los años 20 del siglo pasado con Guadalupe González. A Guadalupe la llegamos a conocer: fue panderetera y hemos publicado un testimonio de cómo tocaba el instrumento y cantaba las jotas para el baile en los días de fiesta. Daniel veía que Guadalupe, su mujer, iba dando a luz año tras año a una hija. El día que por fin nació un varón, el cuarto y al que pusieron de nombre Ismael, agarró al chiquillo y le cantó una nana -de nana no tenía nada- mientras lo zarandeaba feliz en sus brazos. Se trataba de una melodía cubana con la letra improvisada del garrapachín pues no recordaba la original. Quizás este hecho marcó al hijo de por vida, ¡quién sabe! El caso es que fue creciendo en el seno de una familia muy musical, llegó a ser director del coro gregoriano del Monasterio de Silos y catedrático de musicología del Conservatorio de Madrid, amén de un sinnúmero de premios y distinciones, como la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
En Neila todos los hijos y nietos de Daniel y Guadalupe son los Garrapachines.
Hemos comprobado que son las mujeres las que cantan suavemente las nanas a los bebés, cuando un hombre coge a un niño en sus brazos le canta algo más rítmico y alegre.
Transcribir la letra de la canción es cosa inútil.